miércoles, 6 de marzo de 2013

Centésimo aniversario del asesinato de Abraham González


Abraham González Casavantes, nacido en Guerrero (Chihuahua) el 4de julio de 1864 y asesinado por soldados al mando de Gral. Victoriano Huerta en Estación Horcasitas (Chihuahua) el 7 de marzo de 1913, fue un destacado politico y revolucionario mexicano, el principal líder antirreeleccionista y jefe del maderismo en el estado de Chihuahua.


Era miembro de la familia González (familia con raíces en casas nobles europeas). Una de las familias más ricas y cultas de la región que se extendía hasta los estados sureños de los Estados Unidos. Un tío paterno, don Cruz, había sido gobernador de Chihuahua y uno de sus primos, los Baca, gobernador de Nuevo Mexico.
Realizó su educación superior en la Universidad de Notre Dame, en Indiana, Estados Unidos. Después de terminar su carrera universitaria se dedicó a administrar la crianza de ganado bovino a gran escala. Abraham era alto, fuerte en lo moral y en lo físico, rico y soltero, hablaba bien el inglés. Tenía 46 años al comienzo de la Revolución mexicana.
Desde el inicio de sus actividades se caracterizó como un férreo opositor al gobierno de Porfirio Díaz y de sus representantes en ChihuahuaLuis Terrazas y Enrique C. Creel; cuando Francisco I. Madero comenzó a divulgar sus ideas inmediatamente se adhirió a él, y en el Congreso del Partido Nacional Antirreeleccionista celebrado en la Ciudad de México fue él quien propuso la fórmula electoral Francisco I. Madero-Francisco Vázquez Gómez como candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia de la República. Cabe anotar que Madero y González eran miembros de poderosas familias, que aun así se unieron a la causa del pueblo. Acompañó a Madero durante su gira por Chihuahua y pronunció un discurso en el Teatro Noriega defendiendo las ideas democráticas. Se convirtió en el amigo y colaborador de más confianza de Madero.
Cuando la Revolución derrotó al Ejército federal en la Toma de Ciudad Juárez, como parte de los acuerdos de paz Abraham González se convirtió en gobernador de Chihuahua el 10 de junio de 1911 y luego fue electo Gobernador Constitucional del mismo Estado, tomando posesión el 4 de octubre de 1911; solicitó licencia el 31 de octubre del mismo año para asumir, a partir del 6 de noviembre, la Secretaría de Gobernación en la Ciudad de México.
Permaneció en dicho cargo hasta febrero del año siguiente (1912), en que regresó al Gobierno de Chihuahua para tratar de solucionar los problemas internos del Estado, en donde los elementos contrarevolucionarios seguían intentando desestabilizar al país. Ese mismo año, estos lograron controlar al Congreso del Estado y destituir a Abraham González como gobernador; sin embargo, unos meses después tales decretos fueron invalidados y volvió González a ocupar el Poder Ejecutivo del Estado de Chihuahua.
Al estallar la insurrección armada de febrero de 1913 y la Decena Trágica, Abraham González permaneció en el gobierno de Chihuahua, desde donde trató de ayudar al presidente Madero. Sin embargo, al ocurrir la renuncia del presidente y vicepresidente, la insurrección armada se extendió a Chihuahua, donde el Jefe de la Zona Militar, el general Antonio Rábago, traicionándolo, ocupó la Legislatura local, la obligó a destituir a González y a nombrarlo a él mismo como su sustituto.
Rábago aprendió ilegalmente a Abraham González y a su sobrino el coronel Fernando González y González (pagador de la 5ª División del Norte y sobrino directo de Abraham González) y le comunicó que sería trasladado a la Ciudad de México; sin embargo, al ser traslado en ferrocarril, la noche del 6 de marzo de 1913 en el Cañón de Bachimba fue bajado del tren y fusilado para después pasarle las ruedas del tren encima, siendo asesinado de esta manera por las fuerzas leales a Victoriano Huerta.
Tiempo después el coronel Fernando González y González, bajo las órdenes directas de Francisco Villa, recobró sus restos, regresándolos a la ciudad de Chihuahua, donde le dieron un funeral con los máximos honores de un héroe revolucionario.
Se recuerda que dijo varias veces: "yo me muero en la raya" aludiendo a que sería, por su destino, víctima inexorable. No pudo desposar a la joven que pretendía.


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